miércoles, 31 de julio de 2013

Un tren con destino a Santiago.

Hace una semana, hubo un tremendo accidente cerca de Santiago de Compostela, en al Comunidad Autónoma de Galicia, España. Este hecho ha conmocionado al mundo entero, sobre todo por la gran cantidad de fallecidos, actualmente unos 80. Ya se están conociendo las circunstancias del hecho, las cuales son bastante curiosas y que me gustaría comentar más adelante.
Todos sabemos que en la vida siempre existe un riesgo, el cual mucha veces no somos conscientes de que jugamos con el destino. Nunca pasa nada, hasta que ocurre, y después tenemos que vivir con las consecuencias. Porque tan malo es carecer de la confianza para realizar un acto, como el exceso de la misma, el pensar que por rutinario o por lo bien que estoy preparado, las cosas saldrán por si solas.
El conductor del tren atendió una llamada, la cual no era urgente, del interventor del convoy para recibir instrucciones sobre la ruta que seguiría más adelante, cuando se quiso dar cuenta, tenía la curva de la muerte encima y no pudo frenar.
Algunos pensarán que fue un despiste, una distracción, para mi ha sido un mal hábito, una maldita costumbre de exceso de confianza que muchos tenemos cuando estamos al volante y esa falta de concentración en lo realmente importante, nos puede pasar factura. Y si vemos que no ha ocurrido nada, inflamos nuestras capacidades de forma errónea.
En el trabajo, en los estudios, en la vida diaria, realizamos muchos actos mecánicos, de forma automática, incluso volvemos a nuestros domicilios como si fuéramos verdaderos zombis, y como nunca pasa nada, no le damos la importancia que merece, o cuando no nos acordamos si hemos cerrado el gas, o la puerta del coche.
El mundo económico no es ajeno a estos peligros, cuantas decisiones se han  tomado o se toman de forma cotidiana, incluso rutinaria, pensando que dominamos totalmente el tren, que podemos luchar en varios frentes y salir airosos de todos ellos, pero en los mercados también hay curvas, y nuestras empresas pueden descarrilar si vamos muy rápidos por ellas. Después vemos que los empleados suelen ser las victimas mortales del descarrilamiento, sencillamente porque el máximo responsable ha banalizado las circunstancias del entorno pensando que estaban totalmente controladas, hasta que llega el desastre porque no ha tenido tiempo para reaccionar.
Al final somos todos humanos, y nuestras reacciones son humanas, para lo bueno y para lo malo, sé que para los familiares de las victimas no es un consuelo, lamentablemente estaban en el sitio equivocado, en el momento equivocado. Solo podemos aprender para que ocurran estos sucesos lo menos posibles, o por lo menos que las consecuencias no sean tan aterradoras. Para eso tenemos como aliada a la tecnología, que nos ayuda, nos alerta de los posibles peligros, que nos hacen ganar tiempo para poder tomar decisiones.
Sin embargo, solos realizamos los cambios a raíz de una tragedia, pero eso no garantía que no vuelva a suceder, porque en la empresa, en la vida, la decisión final, siempre será humana......