En algunos
lugares de Estados Unidos y de Canadá, existen unas comunidades llamadas Amish, las cuales son descendientes de
emigrantes germanos y suizos en el nuevo mundo. Son conocidos por tener un estilo de vida austero, muy
conservador y sobre todo alejado de todo tipo de modernidad. Con unas
reglas que se han estancado en los siglos XVIII o XIV.
Lo más inquietante es la lección de que se pude sobrevivir con escasos recursos,
con los frutos del trabajo y de lo que nos puede ofrecer la madre naturaleza. Donde se observa el dicho: “No es más rico el que más tiene, sino el
que menos necesita….”. Ya que en un mundo cada vez más vertiginoso, es
complicado no poder resistirse a las
tentaciones que nos acechan cada día.
He aquí que nuestra cultura radica en poder consumir cada vez más productos
o servicios, en muchas ocasiones sin saber cuáles van a ser las ventajas de los mismos, para que realmente me van a servir.
Pero si no lo hacemos, parece que
estamos fuera de nuestro tiempo, o sencillamente no estamos integrados,
estamos fuera de la frecuencia en la que viven el resto de nuestros conocidos. Antes
era un lujo poseer un teléfono móvil
(celular), ahora es imprescindible para cualquier tarea, y seguramente
habrá muchas más utilidades y artilugios
en un futuro cercano.
Sin embargo, nos hemos acostumbrado también a comprar, casi compulsivamente,
a tener un nivel de vida cada vez más frenético,
comprando, en muchas ocasiones, por encima de nuestras propias posibilidades. Bien
porque nuestra renta nos lo ha permitido,
o quizás por endeudarnos en demasía.
Por desgracia, todo eso cayó como un
castillo de naipes, y de la noche a la mañana no hemos visto que ese nivel
de vida ya no existe. Tenemos que reducir nuestros gastos, priorizar aquello
que es más importante y desechar lo más superfluo, o por lo menos, las más
triviales.
Ahora bien, veíamos a los Amish, como una curiosidad, como algo exótico, incluso como a
unos locos que viven en el pasado,
que se han introducido en una burbuja del tiempo. Hoy en día, vemos con estupor, que a ellos no les ha
afectado la crisis, pero nosotros estamos cada vez más asustados, porque tengamos que convertirnos en unos Amish del siglo XXI. Renunciar a ciertas
comodidades, más que por elección, por
la obligación de las circunstancias.
Lo cual, alguno pensará que sería positivo, podríamos convertirnos en una sociedad más espiritual, más ecologista, en definitiva,
más humana. Aunque, chocamos con un sistema que vive de la venta de móviles, de coches, de viviendas, de alimentos, etc.
No sería tan sencillo volver a una civilización
menos tecnificada, sobre todo porque sería complicado poder satisfacer a la
población en cantidad y rapidez, sus
necesidades básicas. El gran dilema es el siguiente: “¿Queremos ser unos Amish modernos? ¿O no tenemos otro remedio que serlo?
Generalmente cada persona desea tener un estilo de vida, pero también la sociedad nos propone o impone unas
condiciones, que si no sabemos gestionarlas, nos vemos condenados a ser unos Amish forzosos, rezando para
volver a ser, o parecer, la persona que antes éramos…..Lo cierto, es que ya
nada será igual…….