En los últimos tiempos,
hay una obsesión por los costes
laborales en todo el mundo. Incluso ya se está hablando de la próxima revolución,
que será la robótica, la cual ya se
utiliza en muchos sectores, sobre todo
en el automovilismo, donde realizan tareas repetitivas con absoluta
perfección.
Sabemos que la rapidez
y la precisión son vitales a la hora de
realizar la construcción y/o fabricación, incluso en sitios remotos o peligrosos para cualquier ser
humano. Por lo tanto, las ventajas son más que obvias, ya que no hay que abonar salarios, no hacen huelgas, no hacen
descansos, y sobre todo, no se van de
vacaciones.
Sin embargo, estas
ventajas son a todas luces a corto plazo,
porque destruiría muchos puestos de
trabajo, porque ya no serían rentables. Aunque, paradójicamente, los salarios son parte esencial del circuito
económico, sin ellos, gran parte de la población carecería de la suficiente
renta para consumir los productos y
servicios que necesitan, y las empresas tendrían la situación de, no solo
de tener menos costes, sino de la
facturación que obtienen a través de sus ventas. Sin entrada de dinero, es imposible generar beneficios.
También se apreciaría
otro gran dilema, porque gran parte de
los impuestos directos e indirectos se gravan a los trabajadores. Si estos
no tienen salarios, los estados no podrían
recaudar, por lo tanto, no sería posible optar a los servicios mínimos que la sociedad necesita.
Una solución sería gravar económicamente con impuestos
a los robots, como si fueran sus sueldos y esto serviría para obtener los recursos necesarios para
mantener a la población, y a la vez, que puedan seguir consumiendo, y de este
modo las empresas seguirían facturando,
y por lo tanto, seguir siendo rentables.
El problema, será
cuales serían esos recargos por usar
esta nueva tecnología, porque habría que establecer
los límites, porque a nadie se le escapa que estos cargos supondrían un coste, que en algunos
países serían más competitivos usando
mano de obra humana.
Por otro lado, sabemos
que una sociedad totalmente
subvencionada, no sería positiva, al no tener que realizar esfuerzo alguno para obtener los
sueldos necesarios para sobrevivir, además de aumentar las diferencias sociales.
El progreso, en
definitiva, trae consigo sus ventajas,
pero también sus inconvenientes. Hemos de ser lo suficientemente inteligentes para saber cómo se van implantar
dichos avances y saber adelantarse a los
acontecimientos. Ya tenemos experiencias, tales como la revolución industrial, la cual hizo cambiar a la sociedad. Nada
volvió a ser como antes, y tampoco los
será en la próxima revolución. En nuestras manos estará la responsabilidad de no caer en los mismos
errores. Aunque, en mi opinión, siempre
solemos cometerlos.