Todos hemos visto alguna vez películas sobre la guerra de
Vietnam, tales como: Platoon, La Colina de la Hamburguesa, La Chaqueta Metálica
o la más famosa, Apocalipsis Now. Todas relatan el conflicto que empezó 1959 y terminó en 1975.
Fue una guerra que tuvo
muchos detalles importantes, sobre todo para la primera economía de mundo,
Estados Unidos, sobre todo al ser una de más severas derrotas que ha tenido en toda su historia. Una humillación
de la primera potencia del mundo, ante un pueblo del sudeste asiático, aunque estaba apoyado por China y la URSS.
Pero también fue una
escenificación de una lucha entre David
y Goliat, o lo que podemos decir que el débil pude ganar al más fuerte,
simplemente utilizando las estrategias y
tácticas para poder ganar.
Los generales
vietnamitas, supieron casi enseguida, que era imposible enfrentarse a un ejército enorme y bien armado, por lo
tanto habría que llevar la contienda al terreno más favorable, a la selva, a los poblados. Donde solo pueden combatir pequeños grupos de combatientes,
usando trampas y técnicas guerrilleras. Usando artimañas psicológicas, ante
unos soldados jóvenes, los cuales no
sabían muy bien que hacían ahí.
En la economía también pasa
algo parecido, porque cada país, cada
empresa, sabe cuáles son sus armas, sus puntos fuertes y sus puntos débiles.
Ha de saber, obviamente los campos de
batalla más propicios para generar mercado, donde encontrar clientes, a
corto, medio y largo plazo, con el
objetivo, en la mayoría de las ocasiones, asestar un duro golpe a sus
competidores.
Puede que la crueldad
no sea tan manifiesta, ni tan clara, pero tampoco
se juega limpio en los conflictos económicos, ni tampoco se respeta a las víctimas inocentes que caen en medio de la
batalla.
En los últimos tiempos,
hemos visto un caso similar a la guerra de Vietnam, al observar el gran crecimiento de los países asiáticos,
China en particular. Al lograr con éxito, que gracias a la globalización, llevar a su terreno a la economía mundial.
Los países occidentales
no pueden competir con los bajos
salarios de estos países, los cuales producen
a muy bajo coste, atrayendo de esta manera a casi todas las empresas del mundo
para producir sus productos y obtener grandes márgenes, y sobre todo la
tentación de poder tener como clientes a un tercio de la población mundial
(China es el país más poblado del mundo).
Los países
desarrollados (USA y UE, sobre todo),
han visto que han armado a un enemigo, el cual será complicadísimo superar, ya que hemos aceptado sus propias reglas de juego. Esto ha desembocado en un
empobrecimiento de las clases medias, las cuales han perdido sus rentas al llevarse las empresas sus factorías a países como China, la India, y paradójicamente
(entre otros) a Vietnam.
Sin embargo, la guerra se perdió en Estados Unidos, al existir
un gran rechazo a un conflicto, más político
que económico, dónde jóvenes norteamericanos perdían sus vidas. Hoy en día, esa pasando algo parecido, ya que la población europea y norteamericana,
no entiende porque ha de sufrir unas carencias, las cuales han sido
provocadas por la codicia de unos pocos.
Al final los representantes
políticos se dan cuenta de que las pérdidas
son muchos mayores que las ganancias, tienen a una ciudadanía cada vez más indignada y mucho más desconfiada, lo cual
empiezan a sufrir las consecuencias en
las urnas. Las grandes empresas observan que el consumo se ha debilitado y las ventas en esos países no han sido lo
esperado, al ser un régimen excesivamente burocrático, opaco y
relativamente poco rentable, ya que las
rentas son bajas en oriente, y han descendido en occidente.
En definitiva, aparentemente se ha vuelto a perder otra guerra
de Vietnam, lo que no es del todo seguro, es saber quiénes han sido realmente los vencedores de la contienda,
aunque estoy convencido, que el ciudadano, de ambas partes, no está entre
ellos.
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