En la antigua Roma, los cesares tenían
tres objetivos claros, como cualquier líder que quiera alcanzar el trono: como llegar al poder, como mantenerse y
sobre todo en qué y en quien confiar. El Emperador lo que si tenía claro,
que necesitaba la lealtad total y sin
fisuras de la guardia pretoriana. Una tropa de élite, muy bien entrenada,
que estaba representada por los mejores soldados del imperio, sobre todo porque la paga era extraordinaria.
Por ese motivo, todo legionario o militar quería enrolarse en el cuerpo.
Sin embargo, en muchas
ocasiones, podrían cambiar sus lealtades
por otras opciones más lucrativas, ya que lo que realmente interesaba,
lógicamente, era mantener ese buen nivel
de vida. Por lo que en más de una ocasión, derrocaban cesares y proclamaban a otros, más manejables o que les
garantizasen mayores cuotas de poder y/o
dinero.
En la época actual, tenemos muchas guardias pretorianas,
las cuales luchan por intervenir,
influir, manipular e incluso derrocar a los gobiernos. Y no solo a nivel
nacional, también a nivel internacional.
Lo detectamos en menor o mayor poder de incidencia entre los contantes vuelcos de los acontecimientos, tanto políticos, como económicos.
No hablamos solo de lobbies, también de empresas o sectores
estratégicamente situados en las
economías nacionales y sobre todo a nivel internacional, cuyas influencias son cada vez más notorias.
Deslumbrándose cada vez más, una menor
independencia de los poderes públicos, al estar cada vez más afectados, directa
o indirectamente por las presiones de dichos grupos, sobre todo a nivel energético y financiero.
Pero no solo lo vemos en
estos campos, también a nivel de órganos
de gobierno, dónde siempre hay una
guardia de leales, los cuales, no solo apoyan más por sus propios intereses, a sus líderes, sino que en muchas
ocasiones dificultan las posibilidad de
tomar decisiones, bien filtrando las
noticias, o solo ofreciendo una parte de la realidad, lo cual llega a crear
una especie de burbuja, alimentada
por el miedo a perder el poder. Por lo que en muchas dictaduras, sus líderes, siguen en el poder, más como prisioneros de
sus pretorianos, que por su voluntad de seguir gobernando.
En muchas ocasiones, se comete el error del cesar, el cual
consiste en lo siguiente: “si una persona
me dice que soy un dios, no me lo creeré, pero si son muchas, terminaré por
creérmelo”. Ahí radica desde el principio de los tiempos, en el arte de la política, la cual, muchas
veces el poder se encuentra, más en las sombras, que a simple vista……
muy buena
ResponderEliminarMuchas Gracias Luis.
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