Según el FBI,
define el síndrome de Estocolmo: como una
reacción psicológica en la cual la víctima de un secuestro, o una persona retenida contra su voluntad, desarrolla una relación de complicidad, y de un fuerte vínculo afectivo, con quien
la ha secuestrado. Se debe, principalmente, a que malinterpretan la ausencia de violencia contra su persona como
un acto de humanidad por parte del
secuestrador.
Paradójicamente, este reacción la estamos teniendo todos en relación a la crisis que nos está
afectando, sencillamente porque
aceptamos bien o mal esa situación, incluso con alto grado de conformismo, asintiendo las razones
que ese secuestrador nos va notificando, incluso nos ponemos de su parte o les damos la razón, aunque lo más
sorprendente es como algunos de sus
rehenes se convierten en sus más
acérrimos soldados, pero nunca serán tratados como tales, pues su trabajo es vocacional.
Nos han comentado que hemos sufrido una crisis financiera, y este mercado financiero ha de ser
el primero que ha se ser rescatado,
mientras los demás tenemos que esperar pacientemente
nuestro turno, sin embargo, todos sabemos que ha sido estos mercados uno de los responsables de la actual
situación.
La mayor parte de la responsabilidad, en mi opinión,
ha sido de los dirigentes políticos,
los cuales, no solo han mirado hacia
otro lado, sino que han potenciado políticas económicas que han mermado ostensiblemente a las
clases medias. Y eso ha sido posible por la gran influencia de las grandes
multinacionacionales y las empresas financieras en la política en general. Aprobando leyes comerciales y laborales que pudieran facilitar sus objetivos,
disminuyendo los costes y sobre todo
minimizando los riesgos. De esta forma, la rentabilidad estaría asegurada.
Por otro lado, la clase política ha creado un sistema blindado, el cual le
asegura una cómoda situación a la hora de
dar explicaciones, no solo a la justicia, sino a los ciudadanos en general.
No hablo de las inmunidades, sino en
fallos judiciales que merman la
confianza en los pobladores, los cuales crean una sensación de que estos
disponen de total impunidad para delinquir.
También existe la supuesta legitimidad
en una democracia, con unos comicios
para elegir a los que ellos han de representar, ya que en muchos países concurren con listas cerradas (por lo
que solo han de rendir cuentas a su
propio partido), y el pueblo solo puede intervenir, generalmente a cada
cuatro años en la mayoría de los países, a sus representantes, los cuales solo les preocupan en qué
posición están o estarán las listas electorales.
Esto hace que la clase política tenga supuestamente secuestradas a las instituciones y a
las fórmulas para elegir a los representantes de la ciudadanía. Ya que al estar
cómodamente instalados en unos puestos,
los cuales aparentemente no tienen que dar explicaciones ante los resultados obtenidos.
Por este motivo la
población se encuentra atrapada y tiene, no solo la revelación, sino la
certeza de encontrarse desamparada,
ya que nadie puede defender sus
intereses, porque está agotada de
recibir promesas, las cuales indudablemente no se llegarán a cumplir.
Pero ha sido este síndrome de Estocolmo, lo que ha
hecho que la mayoría de los habitantes
del mundo haya aceptado esta situación, viendo como paulatinamente iban perdiendo sus derechos, sus rentas e
incluso la posibilidad de protestar ante
una situación cada vez peor, porque en ellos está pesando la
responsabilidad de salir adelante.
La gran preocupación es, que si las soluciones no vienen desde arriba, muy probablemente
vengan desde abajo, porque lo peor que le puede pasar a cualquier persona es darse cuenta que ya tiene poco que
perder. Y ese despertar repentino
y violento del síndrome de Estocolmo,
puede ser de imprevisibles consecuencias……….